miércoles, 5 de mayo de 2010

AQUÍ

MI DIFÍCIL VIDA CON LA MEMORIA

Soy mal público para mi memoria.
Quiere que continuamente escuche su voz,
y yo no dejo de moverme, carraspeo,
escucho y no escucho,
salgo, regreso, vuelvo a salir.

Quiere ocupar mi atención y mi tiempo por completo.
Cuando duermo le resulta fácil.
De día, depende, y eso le molesta un poco.

Me desliza insistente antiguas caras, fotografías,
trata hechos importantes y sin importancia,
pone la mirada en paisajes inadvertidos,
los puebla con mis muertos.

En sus historias siempre soy más joven.
Es agradable, solo que para qué seguir insistiendo en eso.
Los espejos me dicen otra cosa.

Se enfurece cuando me encojo de hombros.
Y, vengativa, me echa en cara todos mis errores,
graves, luego fácilmente olvidados.
Me mira a los ojos, espera a ver qué digo.
Al final me consuela con que pudo haber sido peor.

Quiere que viva ya sólo con ella y para ella.
De preferencia en una habitación oscura y cerrada,
y en mis planes hay siempre un sol presente,
nubes actuales, caminos en curso.

A veces estoy harta de su compañía.
Le propongo separarnos. Desde hoy y para siempre.
Entonces sonríe compasiva,
pues sabe que para mí también sería una condena.


DIVORCIO

Para los niños el primer fin del mundo de su vida.
Para el gato un nuevo dueño.
Para el perro una dueña nueva.
Para los muebles escaleras, golpes, carga, descarga.
Para las paredes claros cuadrados tras los cuadros descolgados.
Para los vecinos de la planta baja un tema, una pausa en el hastío.
Para el coche mejor que fueran dos.
Para las novelas, la poesía – de acuerdo, llévate lo que quieras.
Peor para la enciclopedia y el vídeo,
ah, y para el manual de ortografía,
donde tal vez se explique el tema de los dos nombres:
si todavía unirlos con la conjunción "y",
o ya separarlos con un punto.


AQUÍ

No sé cómo será en otras partes
pero aquí en la Tierra hay bastante de todo.
Aquí se fabrican sillas y tristezas,
tijeras, violines, ternura, transistores,
diques, bromas, tazas.

Puede que en otro sitio haya más de todo,
pero por algún motivo no hay pinturas,
cinescopios, empanadillas, pañuelos para las lágrimas.

Aquí hay un sinfín de lugares con sus alrededores.
Algunos te pueden gustar especialmente,
puedes llamarlos a tu manera,
y librarlos del mal.

Puede que en otro sitio haya lugares así,
aunque nadie los encuentra bonitos.

Quizá como en ningún sitio, o en pocos sitios,
aquí tengas un torso separado
y con él los instrumentos necesarios
para añadir los propios a los niños de otros.
Y además brazos, piernas y una cabeza sorprendida.

La ignorancia tiene aquí mucho trabajo,
todo el tiempo cuenta, compara, mide,
saca de ello conclusiones y raíces cuadradas.

Ya, ya sé lo que estás pensando.
Aquí no hay nada duradero,
porque desde siempre hasta siempre está en manos de los elementos.
Pero date cuenta: los elementos se cansan rápido
y a veces tienen que descansar mucho
hasta la próxima vez.

Y sé qué más estás pensando.
Guerras, guerras, guerras.
Pero incluso entre las guerras a veces hay pausas.
Firmes – la gente es mala.
Descansen – la gente es buena.
A la voz de firmes se produce devastación.
A la voz de descansen se construyen casas sin descanso
y rápidamente se habitan.

La vida en la tierra sale bastante barata.
Por los sueños, por ejemplo, no se paga ni un céntimo.
Por las ilusiones, sólo cuando se pierden.
Por poseer un cuerpo, se paga con el cuerpo.

Y por si eso fuera poco,
giras sin billete en un carrusel de planetas
y junto a éste, de gorra, en un torbellino de galaxias,
en unos tiempos tan vertiginosos
que nada aquí en la Tierra llega ni siquiera a moverse.

Porque mira bien:
la mesa está donde estaba,
en la mesa una carta, colocada como estaba,
a través de la ventana un soplo solamente de aire,
y en las paredes ninguna terrorífica fisura
por la que el viento se te lleve a ninguna parte.

© Wisława Szymborska. De Aquí, Bartleby Editores, 2009.

domingo, 21 de marzo de 2010

COMO LA FLOR DEL ALMENDRO O ALLENDE

EN CASA SENTADO

En casa sentado, ni triste ni alegre,
ni yo ni nadie.

Periódicos desparramados. Las rosas del jarrón
no me recuerdan
a la que las cogió para mí. Hoy es día de asueto de los recuerdos,
de descanso de todo... Domingo.

Día de recoger la cocina y el dormitorio,
de poner orden. Oímos las noticias,
calma, no se lanza ninguna guerra contra ningún país.

El feliz emperador juguetea con sus perros,
bebe champán en el canalillo de dos pechos de
marfil... y nada en la espuma.

El solitario emperador hoy se echa la siesta,
como tú y como yo, no piensa en la resurrección... que
es potestad de su diestra, ¡ella, y la verdad y la eternidad!

Una leve pereza me prepara el café
y el cardamomo relincha en el aire y en mi cuerpo.

Igual que si estuviera solo. Yo soy él o yo soy el otro
que se ha cruzado conmigo, se ha interesado por mi día
y se ha alejado.

© Mahmud Darwix (1941-2009), de Como la flor del almendro o allende (IV. ELLA)

miércoles, 17 de febrero de 2010

ESCALERAS

eran los botines galopantes de los juegos
arriba y abajo
soñando con el silencio tenebroso del pasillo
con lo que habría tras aquellas puertas grandes
blancas

junto al costurero abierto
por el que asomaban retales de futuros remiendos
o simples esbozos de bufanda para mi garganta
dormitaba mi abuela
pespuntando ronquido y cabezada

por aquel entonces las tardes eran los chicos el balón
abuelo en el fútbol que nosotros nos hacíamos en el garaje
mi hermano en otras casas y en otras cosas
mientras yo me dejaba perder lentamente en el letargo ocre
de la ventana del salón con mis muñecos y cuentos de la china

nunca me recuerdo solo

siempre andaban el tic tac del reloj junto a mis pasos
los geranios del balcón en los que orinaba mi miedo
las fotos del salón de mis antiguos como un mausoleo
las formas geométricas de las baldosas sueltas
las alfombras persas donde aparcaba mi morgan azul metalizado

el cuarto de mi tío y su kimono colgando en la percha
la lámpara de colores la linterna multifunción
las monedas de sus viajes la colonia y el espejo
los prismáticos al revés

el eco del almuerzo descansando en las paredes
y mis ojos puestos en aquella escalera de caracol
que llevaba a la azotea y sus desalojados palomares

ahora esos botines han vuelto a este domingo
después de tanto tiempo
y ese mocoso rubio que los calza
me está mirando tímidamente tras sus lentes
desde el umbral de la puerta
de esta habitación en la que escribo

© Javier Mérida

viernes, 1 de enero de 2010

OJO DE TIEMPO

hay un ojo de tiempo que me observa
desde otro tiempo

amarillento y solo
sentado a horcajadas sobre mis venas

un agujero en el tiempo de mis raíces
un lugar ajeno a cualquier parte

un rostro un sobrenombre
una estaca de huracán deshilvanado

dividiendo este corazón desierto
sepultando mares y ciudadelas

me mira por toda la niñez hecha ya espuma
de nubes pasajeras que acarician mis párpados

y deja caer alguna de sus pestañas
agujas clavadas en la piel fría de las horas

hay un ojo de tiempo que me esquiva
la mirada cuando frente a frente lo descubro

me otorgo entonces el poder de detenerme
y no pasar por la comisura tibia hacia su encuentro

me diluyo en la parálisis más tenue
como niebla que hubiera de dejarme

para siempre en esta esquina
en plena consecuencia del invierno

hay un ojo de tiempo
que se cierra

implacable

y me libera


© Javier Mérida